instantánea

No lo saben, pero en poco tiempo los dibujitos animados que miran serán objetos de culto, fetiches de otakus de ropa negra y almidonada, extrañas joyas en los paraísos de animé. Sin apagar la televisión corren al jardín, el mosquitero guillotina el marco con un ruido sordo pero no les importa esa muerte, se cuelgan de la hamaca, a veces enfrentados, otras parados en el medio de las dos sillas, sostenidos por una viga que cruje como un barco a la deriva.
Pronto, el almuerzo dará inicio a otra cosa,
la voz en off de los adultos que grita una sola vez:
A comer. 
Luego, elegir siempre el limón
las rodillas raspadas 
arrancar la cascarita, llevarla a la boca dejando 
una aureola rosa alrededor del agujero rojo,
la sangre que brota 
como una fuente tranquila
Los terrenos baldíos
los sauces que 
se hacen cada vez más pequeños en 
el parabrisas trasero del auto, a medida que aumenta 
la velocidad
De fondo, siempre Barry o Stevie o chamamé, 
asado y la cuadra blanca, el humo 
de todas las parrillas sincronizando su fuego.
La despedida llega al atardecer, con el amontonamiento de besos y los primos corriendo atrás del Peugeot 
hasta quedarse quietos 
en una instantánea que sigue atravesando
los ejes del tiempo,
de pronto, alejándose quietos 
los veo desaparecer 
tres puntitos rojos y negros y grises
en la calle de tierra.

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